Mercedes, que vivió exilios y soñó retornos.
Mercedes, que cantó con aliento de la tierra y habló con tono firme y sin callar verdades oprimidas. Pudieron prohibirla, más no silenciarla.
Ni santa ni pretenciosa, fue grande ante agrandados y voz sonante entre ensordecidos.
Con aciertos, con errores, tan humana y testaruda que cambió lo políticamente correcto por lo sensatamente concebido, y así mantuvo su decir y hacer, de acuerdo a lo cimentado en su conciencia.
Mercedes, simplemente Mercedes.
Para definir su último trabajo, basta una palabra: Sublime.
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