Mercedes

Mercedes, voz de pueblo que vibra en su canción.
Mercedes, que vivió exilios y soñó retornos.
Mercedes, que cantó con aliento de la tierra y habló con tono firme y sin callar verdades oprimidas. Pudieron prohibirla, más no silenciarla. 
Ni santa ni pretenciosa, fue grande ante agrandados y voz sonante entre ensordecidos. 
Con aciertos, con errores, tan humana y testaruda que cambió lo políticamente correcto por lo sensatamente concebido, y así mantuvo su decir y hacer, de acuerdo a lo cimentado en su conciencia. 
Mercedes, simplemente Mercedes.


Para definir su último trabajo, basta una palabra: Sublime.



Monjas y Artistas





Este grupo de monjas serbias, establecidas en Gradac, tenían trazado un camino por seguir, unas en el arte, otras en la religión. Tal vez incluso, para algunas de ellas, la elección por uno de estos caminos representaba la renuncia del otro.
"En mis obras anteriores se ve que busco respuestas, mientras que aquí tengo una vida tranquila" dice en el vídeo la hermana Efimija, fundadora del convento. Al parecer en el camino del arte han encontrado otro camino, o quizás decididas por éste otro, lo aunaron con el del arte "Algunas jóvenes pensaron en tomar los hábitos, pero no sabían como conciliar la vida en un convento y su sensibilidad artística" prosigue la hermana Efimija. Visto desde donde quiera verse, resulta interesante, porque no siempre la vida religiosa va de la mano con los hacedores de pinturas, esculturas, o tantas otras expresiones de la plástica que pueblan los templos (de hecho, muchos de los grandes creadores de arte religioso, nada o muy poco tenían en su vida que fuera acorde a la religión), de ahí que me resultara particularmente llamativo el caso. ¿Cuál es el punto entonces? Quiero llegar a decir, que si Leonardo, Michelangelo o Caravaggio no seguían particularmente lo dictado desde el púlpito, no quita mérito a sus obras, ya que han de ser vistas en primer lugar desde una perspectiva artística, y quien decida hacerlo desde lo devocional, seguramente tomará en cuenta qué representa cada obra y no los aspectos personales de la vida del artista, pues esto nublaría el objeto de devoción (que por supuesto, no es la obra en sí). Más lo dicho anteriormente no vuelve condición sine qua non a una vida alejada de la espiritualidad para la creación excelsa de arte Sacro, asimismo tampoco debemos pensar que una vida dedicada a la devoción deba inexorablemente privarse del gozo que conlleva la creación artística.
Como ya lo expresara antes, la obra de arte no es en sí misma objeto de devoción, menos aún lo es el artista, pero si una obra facilita la contemplación devota, también puede hacerlo la creación artística.
Las preguntas que pueden nacer desde quien hace arte son: ¿Puede despojarse el artista del vanidoso sentir frente a la obra terminada? ¿Quitaría acaso algo de mérito la satisfacción creativa? ¿Lo haría quizá la falsa modestia?
Tal vez debamos ver:
En la vida contemplativa, contemplación.
En la vida devota, devoción.
En la vida artística, arte.
Y en quien logre combinarlas: La alegría de la creación artística, la serenidad de la contemplación y el fervor de la devoción, cuando cada una de ellas ocurra.