Mariano J. FRANK: febrero 2011

Palabras

Cuando el cielo y el suelo se funden vedando el raciocinio, el hombre tiende a cuestionar la realidad y habitualmente sentencia con exacerbada seguridad que no hay verdades absolutas. Lo que no fue advertido por él, es que confunde los conceptos de verdad y realidad unificándolos, anulando así, toda posibilidad de reflexión posterior considerando inapelable el decir "no hay verdades absolutas", creando en consecuencia una paradoja, ya que tal aseveración constituye en sí misma una asumida verdad absoluta. La aparentemente inapelable sentencia ha puesto sus bases en un error conceptual, por ende, será digna de una revisión con detenimiento en la diferenciación de ambos conceptos.

Lo que consideramos verdad propia y verdad ajena, tal vez sean diferentes realidades en diversos contextos y puntos de vista u opinión. Para intentar un cierre a este desvarío personal, he de recurrir a la hipérbole imaginando que quizá una verdad absoluta sería la que logre contener la diversidad de realidades posibles en su totalidad, ¿quién pudiera en tal caso, decirse dueño de la verdad? Si refutamos la inexistencia de las verdades absolutas, hemos de ratificar el hecho de que no hay persona capaz de poseer La Verdad. A modo de conclusión diré que somos una sarta de engreídos que buscamos tener la razón sin importar los costes. Cualquiera sea el libro que llevemos bajo el brazo. Pensemos en el otro, en su realidad y en la nuestra antes de enarbolar el estandarte de La Verdad, pues de existir una verdad absoluta... seguramente no está a nuestro alcance.

Mariano J. FRANK

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